Trabajas con tu equipo.
Tienes ideas, visión, y quieres aportar dirección. Pero liderar, en vez de empoderar, se ha convertido en un ejercicio de supervivencia:
- Cada decisión pasa (a veces) por tres personas distintas — otras veces por ninguna
- Las prioridades cambian (a veces) antes de que termines de planificar
- Las responsabilidades están bien definidas… pero solo se cumplen a veces
- Tu equipo espera claridad, pero tú aún estás intentando entender cómo funciona realmente el sistema
¿Te suena?
Entonces probablemente estás dentro de una estructura organizativa compleja.
¿Qué significa eso?
- Que hay múltiples capas jerárquicas con autoridad diluida
- Que los procesos están definidos, pero no se aplican de forma consistente
- Que las decisiones se toman “en comité” (a veces), pero nadie asume el resultado
- Que los equipos acaban siendo productivos a pesar del sistema, no gracias a él
Y no hace falta trabajar en una gran corporación para vivir esto.
También ocurre en startups desorganizadas y en scale-ups que intentan crecer y entregar al mismo tiempo.
Muchas veces lo que se espera de ti es que absorbas ese caos y sobrevivas.
Pero liderar no debería ser eso.
Porque no se trata de ser el jefe. Se trata de influir con claridad y avanzar sin quemarte (burnout). Aquí te cuento cómo.
Una jerarquía clara no es el problema. El verdadero problema aparece cuando todo el mundo tiene algo que decir, pero nadie toma una decisión clara.
En estructuras complejas, lo más habitual es que:
- Se repartan responsabilidades de forma difusa
- La autoridad esté desdibujada entre áreas
- Nadie sepa realmente quién tiene la última palabra
- El equipo trabaje “a ciegas”, sin saber qué esperan de él exactamente
Todo esto genera frustración, retrasa entregas y sobrecarga a quien intenta liderar.
Lo que puedes hacer:
Haz visible lo invisible. Crea un mapa rápido de stakeholders:
- ¿Quién influye?
- ¿Quién aprueba?
- ¿Quién se limita a opinar desde la grada?
No necesitas un documento oficial. Basta con una tabla clara o un diagrama simple para saber a quién acudir y con qué nivel de decisión.
Y compártelo con tu equipo. Una mínima red de claridad funcional reduce el ruido y la ansiedad.
Muchas empresas, con buena intención, intentan ordenar el trabajo a través de procesos. Pero en la práctica, ese proceso:
- Requiere validaciones eternas
- Se basa en reuniones que no aportan
- No deja espacio para adaptarse a los imprevisto
- O lo peor: se aplica solo cuando conviene a ciertos departamentos
Y el resultado es que el proceso no crea seguridad: crea carga. Y mata la colaboración.
Qué hacer en su lugar:
Haz una auditoría práctica de cómo trabaja tu equipo. Pregúntales:
- ¿Qué reuniones podríamos hacer más breves o asíncronas?
- ¿Qué tareas estamos haciendo solo porque “siempre se ha hecho así”?
- ¿Dónde podríamos experimentar o simplificar, sin pedir permiso a media empresa?
Esta reflexión compartida libera energía de forma inmediata y te posiciona como alguien que protege el tiempo del equipo.
En muchas estructuras, no tienes autoridad directa sobre todos. A veces ni siquiera sobre tu propio equipo. Pero eso no significa que no puedas liderar.
Porque el poder real en estos entornos no está en el cargo: está en la confianza estratégica.
Cómo se gana:
- Siendo quien facilita decisiones, no quien las retrasa
- Haciendo seguimiento de lo importante sin perseguir a nadie
- Preguntando: “¿Qué necesitas para avanzar?”, en vez de “¿Por qué no has terminado esto?”
- Visibilizando los bloqueos sin atacar a personas
Influir no es empujar. Es crear las condiciones para que los demás te escuchen, aunque no te reporten directamente.
Uno de los errores más comunes es intentar ser el conector universal: hablar con todos, estar en todas las reuniones, mediar en todos los conflictos.
¿Resultado? Te duplicas. Te agotas. Y tu equipo pierde foco porque tú también lo has perdido.
Marco práctico:
Utiliza el modelo PPA (Personas – Procesos – Alcance) para identificar rápidamente qué está bloqueando de verdad.
- ¿Personas? → Falta de compromiso, desmotivación, conflicto
- ¿Procesos? → Burocracia, fricción, falta de visibilidad
- ¿Alcance? → Objetivos mal definidos, tareas poco claras, falta de foco
Actúa solo en el cuadrante que más tensión genera. No tienes que resolver todo. Tienes que liderar el foco.
¿Sientes que todo pasa por ti?
Si te cuesta soltar tareas, priorizar o confiar en que los demás también pueden avanzar sin ti… este recurso es para ti:
Estás en medio de todo. Dirigiendo, planificando, mediando, entregando. Pero llega un punto en el que liderar se convierte en aguantar.
Y desde ahí, el equipo no crece. Solo sobrevive contigo.
Qué hacer para no romperte:
- Elige bien tus reuniones. No vayas a todas. Solo a las que realmente te necesitan.
- Reserva bloques de tiempo para pensar. Y protégelos como si fueran una entrega más.
- Sé transparente: comparte con el equipo lo que no sabes, lo que estás decidiendo, lo que estás soltando.
Liderar no es hacerlo todo. Es crear el espacio para que las cosas ocurran sin ti.
No todo está en tu contra. Las estructuras complejas también ofrecen oportunidades si sabes navegar:
- Hay más talento alrededor del que puedes apoyarte
- Más visibilidad (si sabes dónde posicionarte)
- Más posibilidades de crecimiento lateral
Pero para eso, necesitas jugar con inteligencia: influir sin imponerte, adaptarte sin ceder del todo, cuidar tu energía mientras empujas al sistema.
No es liderazgo de fuerza. Es liderazgo de sistema.
Si te sientes confundido, agotado o en modo supervivencia, no es porque estés fallando.
Es porque estás liderando en la vida real. Y eso exige herramientas que nadie te enseñó.
No necesitas más esfuerzo.
Necesitas más enfoque. Y eso, se entrena.
¿Quieres aplicar estos principios de forma estructurada y sostenible?
Empieza por liderarte a ti. Y desde ahí, estructura al equipo.